Era madruga y el gran Toro Infinito embistió el cemento a su paso,
vidrios, partidos dientes de humanos y animales.
Arboles en llamas.
Enormes barcos lo siguieron, tambaleándose por las calles inundadas.
Repentinamente, el aire inflamó sus alas y parió mariposas radioactivas,
comenzaron a sobrevolar el planeta incandescente que había perdido la memoria de la raza.
10-03-2011
Alicia Benítez Inés.
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