martes, 1 de febrero de 2011

A bailar que se acaba el mundo

No hay peor servidumbre que la esperanza de ser feliz. Dios nos promete un valle de lágrimas en la tierra. Pero ese sufrimiento es, al cabo, pasajero. La vida eterna es la eterna felicidad. Le respondemos, a Dios, rebeldes, in­satisfechos: ¿No merecemos una parcela de eternidad en nuestro paso por el tiempo? Las mañas de Dios son peo­res que las de un croupier en Las Vegas. Nos promete felicidad eterna y llanto en la tierra. Nosotros nos con­vencemos de que conocer la vida y vivirla bien es el supremo desafío a Dios en su valle de lágrimas. Si gana­mos el desafío, Dios, de todos modos, se venga de noso­tros: nos niega la inmortalidad a su vera, nos condena al dolor eterno. Nos atrevemos, contra toda lógica, a darle lógica a la Divinidad.
Carlos Fuentes (México)
 

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